24 noviembre 2010

Sandra 1 de 5


Sandra 1 - 5

Solo nos vimos y me dijo “Hoy no quiero ir a clases”, me reí para mis adentros pues cuando planeas las cosas, nunca te salen como quieres, pero cuando es improvisado todo caza cual pieza del más complicado rompecabezas. Yo le dije “Tampoco yo tengo ganas de entrar” aunque sabía muy bien que ese preciso día había parcial además de que tenía que entregar varios trabajos.

Justo había dejado el carro apenas unos minutos en el parqueo, en un buen lugar por cierto un pino grande hacia buena sombra, pues cuando dejaba el carro bajo el sol después parecía un infierno.

Siempre he sido cobarde si de romper las reglas se trata, y hoy no sería la excepción, pues cuando habia terminando de hablar, vi que se acercaba Antonio. ¿Estudiaste para la prueba? Fue su saludo, le conteste que si y empezamos a caminar al edificio.

Después de cuatro tediosas clases teníamos toda la tarde libre. Antonio Ana y Yo empezamos a caminar hacia el parqueo. Mi mente era una nube gris llena de ideas. Había terminado el Bachillerato y mi camino era la Universidad.

Los amores pasajeros de la carrera aun me hacían dudar sobre lo que sentía, ¡Tonto! Esas relaciones no valen. Mi estúpida idea de que mi novia de carrera algún día seria mi mujer ahora me daba risa. Las relaciones de mi adolescencia no habían sido solamente pérdida de tiempo. Sabía lo complejo que era el corazón, me refiero al corazón como un órgano que rige los sentimientos aunque esto está mal empleado pues el corazón solo se encarga de bombear sangre al cuerpo.

No sé quien implanto esa idea pues los sentimientos no están en el corazón sino en el cerebro. Si ese que se encarga de manipularnos cuando visualmente nos gusta alguien, se encarga de hacernos un Don Juan (según nosotros ja ja ja) en pocos segundos y darnos la valentía para ir donde estaba la chica y hablarle cuando de antemano el sub consiente nos advierte que no tenemos la mas mínima oportunidad.

Esas eran unas de las tantas ideas que rondaban mi mente y no podía sacarlas de mi cabeza por más que tratara. Regresando a la realidad, Antonio se dirigía a su “carroza fúnebre”, así le apodamos a su camionetilla Kia Rio 2003, por el gran parecido que esta tenía con uno de esos carros funerarios. Solo abordo el carro y ya me ensordecía el intimidante equipo de sonido que tenia...

Fin de la Parte 1

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